Con el baile busco expresar, poner afuera lo que no se puede con palabras. Cuando las palabras no alcanzan, no son suficientes, aparece la danza y mi cuerpo la aprovecha, la utiliza -porque lo necesita- para hacer "catarsis": ya sea para renegar, oponerse o intentar romper roles rigidizados; sea para expresar amor, odio, soledad... o tan sólo para revitalizarse o sentirse con vida.
Con la escritura intento poner en evidencia lo que mi cuerpo, alma y corazón intentan expresar, intentan ser. Con la escritura se expresa qué de la vida te enfada y qué amas del vivir. Por un momento pensé que mi dificultad con la escritura podría radicar precisamente en eso: poner en evidencia, abrirse, exponerse...
Al leer el blog de un amigo pensé -al igual que él- que efectivamente el lector, inevitablemente hace un intento - un tanto voyeurista- por saber qué del otro: quién está detrás de esas palabras y por qué las escribió.
Pero igualmente el baile permite mostrarse tal cual se es. Se puede expresar dolor sin decir: "estoy triste", o expresar pasión sin limitarlo a un simple "te amo" o "te deseo". Y es posible acabar llorando... o amando más! Porque el cuerpo ahí, en ese instante, siente, vive, se libera.
¿Qué me hace entonces temerle más a la escritura que al baile? ¿Por qué mi cuerpo le apuesta tanto al movimiento? En ambos casos, al poner punto final en un escrito o al hacer el último movimiento con la música, se cierra el escrito/danza pero se percibe aún abierto el pecho de par en par.
A final de cuentas, ya nada me detiene de continuar -a pesar de sentir temor- expresándome, diciendo a otro -cualquier otro- lo que soy, lo que siento, lo que quiero cambiar y lo que quiero sostener...
Hace algún tiempo ya que leí esta frase con la que cierro -el texto pero ni mo pecho- y que me hizo reaccionar: "Los barcos en el puerto están a salvo pero no se hicieron para eso".
miércoles, 4 de abril de 2007
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