sábado, 7 de abril de 2007

Convertirse en dueño de su propio destino

Decir que el destino fue cruel con Penélope al hacerla tejer por años a la espera de su amado Ulises, sería un grave error. Hacer o dejar de hacer; vivir, soñar o resignarse, no son cuestión del destino sino decisiones a tomar por cada quien.

Puede que existan ciertas condiciones -llámese patriarcado, historia familiar, compulsión a la repetición o cualquier otro- que opaquen la gama de opciones con que se cuenta, pero debemos saber que son a final de cuentas eso: una opción. Y como tal, podemos decidir por algo diferente, algo que nos acerque más a la felicidad, a la libertad...

"Seré feliz cuando mi hijo madure", "podré estar bien cuando mi esposo cambie", "si tan sólo mi madre creyera en mí...", "el día que me quieras..", son sólo excusas para quedarnos atrapados en el confort que produce el ¡pobre de mí! El "qué lastima pero adiós" de Julieta Venegas pareciera mucho mejor que la frase que algunos cristianos han distorsionado y por lo que aceptan seguir "cargando la cruz a cuestas".

El romper con las barreras de lo mismo, y que nos atrevemos llamar destino, no es tarea fácil; puede incluso llegar a ser un tanto doloroso, pero estoy segura que da cabida a algo mucho mejor!

1 comentario:

Anónimo dijo...

.. y si Penélope hubiera tenido una máquina de coser?
Hubiera regresado Ulises más rápido? Talvez su tejer no estaba en función de él, talvéz no era un "mientras tanto" y era un fin en sí mismo. El volcar nuestra energía a la creación de algo, a la perfección de la pieza de orfebrería, a lanzar con cada vez mayor precisión la flecha.... no hay un fin al final del camino, ni un arribo glorioso y triunfal (aunque el hijueputa al final llegó), Penélope tejía porque se levantaba en la mañana y le nacía hacerlo, y se dedicaba a eso con amor. Penélope tejía porque a través de eso creaba, a través de eso estaba viva.